Pasaron cosas

the hermit
3 min readApr 20, 2022

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Suelo abusar de las metáforas y las analogías cuando necesito plasmar emociones, quizás porque me ayudan a graficar aquello que si bien tiene nombre y apellido, los excede; y es que de intangibles y con cientos de matices las emociones son mucho más que los sustantivos que se utilizan para definirlas. Pero hace unos segundos atrás, cuando empecé a escribir este párrafo, me di cuenta de que no podía empezarlo, por más que revolvía en mi cabeza no encontraba una fucking metáfora que salvara el comienzo.

Pero está bien, creo, no siempre se tienen las palabras adecuadas, no es sencillo transformar en lenguaje lo que se siente con las tripas, conlleva un proceso de razonamiento y no siempre se logra racionalizar aquello que cala hondo en nuestro ser. Pero puede ser que esta vez no haya metáfora ni analogía porque lo hechos a veces hablan, porque pasaron cosas, como solemos decir.

Desde hace algunos días, quizás algunas semanas, vengo atravesando una crisis vocacional ¡Que gran novedad Manu, no te pasó en toda la carrera seguro! Bueno sí, ya se que soy una maldita vueltera y que vengo con esto hace seis años… han pasado seis años, mucho tiempo para algunas cosas, poco para otras.

Lo nuevo es que nunca antes le había dado la entidad suficiente, lo vivía como algo pasajero, un malestar más como cualquier otro y probablemente sea por eso que todavía no encuentro la metáfora. No son claras mis emociones al respecto pero siento que esta vez las cosas fluyen de una forma distinta, acá estoy poniéndolas en palabras, dándoles lugar y eso ya cuenta, mínimo, como no esquivarlas.

Y a medida que voy escribiéndolas me doy cuenta que de palabras se trata porque hace algunos días, quizás algunas semanas, me tienen atrapado en su sinergia algún libro, mi lapicera y un block de notas de papel que me persiguen escondidos en la mochila para todos lados. Y digo atrapado porque puede variar el lugar físico en el que esté, lo cierto es que tarde o temprano, en algún momento del día, termino en la historia de alguna novela o conmovido por los gritos de denuncia de los autores que se fugan de mi biblioteca; pero no termina ahí, sino que inmediatamente después empieza a correr la tinta porque mi mano torpemente intenta deletrear la experiencia que atravieso cuando los pensamientos ya invadieron mi cabeza, que a esta altura ya no es mía, está con ellos, esos prófugos que pertenecen más al mundo que a mi pequeña biblioteca.

Y así ha ido pasando el tiempo, se me han juntando algunos textos, miserables como quien los escribe, pero que al final del día hacen bulto y ocupan algún espacio en mi escritorio ¿por qué me estorban? ¿por qué me duele verlos hechos un bollo?

Es difícil abandonar el camino cuando se ve próxima la meta y más difícil aun es luchar contra las normas, las de afuera y las autoimpuestas, que nos encorsetan a mantenernos en la recta final bajo el pretexto de arribar a destino, un destino que se parece más a una ilusión forzada y utópica ¡A qué destino si no existen garantías de ganar! ¿ganar qué?

Quizás es hora de estirar aquellos otros, aquellos que estorban hace rato hechos un bollo, miserables como quien los escribe, de darles un lugar digno en mi escritorio, darles las horas y el camino, no vaya a ser que al darles el tiempo y el espacio de pronto las cosas sucedan.

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