Falsum redemptio

the hermit
2 min readMay 7, 2022

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Intento no contestar los mensajes de los hombres que me escriben para buscarme, ya no más, tengo temor de que abran el círculo en el que termino cayendo por culpa de la tentación una vez que respondo. Empiezan por mandarme una nude que no pido pero que espero y termino fijándome en sus brazos, sus piernas, me excito con sus cuerpo y caigo obscenamente: una vez más deposito en ese absurdo chongo de turno, del que el aburrimiento ya había logrado librarme, la fantasía de la redención. Absurda yo.

Desquiciada, me gusta que me encuentren, pero me debato a mi misma si ya es hora de ponerle fin a este círculo que inconscientemente se ha transformado en hábito. Es un vicio oscuro pero con la translucidez necesaria como para ser observado: soy como María Magdalena y la otra mujer del capítulo 24 del Evangelio según San Lucas que sobrexcitadas y temerosas buscan a Cristo. Aunque después de que ha muerto desnudo, lo han sepultado y cerrado el sepulcro con una piedra, apenas les llega el rumor de que el mesías ya no está en aquél lecho salen corriendo a encontrarlo, quieren gozar de la acreencia prometida: viene a expiar nuestros pecados, a abrirnos la puerta a otra vida donde orgiásticos contemplaremos la divinidad de su padre, mientras él se nos une en cuerpo y alma para mantenernos distraídas de nosotras mismas, salvación eterna de la que no podemos quedarnos fuera.

Resulta que luego él se va solo y al final su muerte únicamente torna exigible la promesa, la cual se transmuta e incorpora como condición para su efectivo cobro la muerte de su propio acreedor.

Pero me doy cuenta después, si ahora le contesto su mensaje mi sangre posesa y caliente por su lejana presencia me llevará hipnotizada hasta su cama y mañana, cuando él viole mi sueño besándome en la boca para darme los buenos días será demasiado tarde -la leche ya estará derramada y fría como para para preguntarme qué hago allí-, o demasiado temprano como para levantarme e irme a la madrugada y perderme ese calor humano, vacío y oscuro que alimenta el círculo en el que otra vez caigo y que mi mente nublada por su sexo confunde con la redención.

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